Sé que estás cansada, agotada, casi acabada. Sé que no puedes más, que te consumes con el paso de los días, de las horas. Así que empieza a correr. Corre. Corre más. Más. Hasta el punto de quedarte sin aliento, hasta que no sientas tus piernas. No, no mires atrás. Sigue avanzando. Baja, baja a lo más profundo pero no te hundas, nunca te hundas. No pares ahora, aunque estés sola, camina, que no te asuste la soledad. Tarde o temprano llegarás. Ya casi ves el final, ya crees acariciarlo con las yemas de los dedos y es ahí, justo ahí, en ese momento en el que ya rozabas la meta, cuando te das cuenta de que vuelves a estar cansada. Intentas correr de nuevo pero ya no ves el ansiado final. Echas a correr y sólo ves el inicio. Ahora sólo quieres parar. Es la historia de nunca acabar.
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