Que llevo muchos días con ganas de escribir (de escribirte) y no saber por dónde empezar. Que no sé lo que siento, pero te quiero. Y quizás nunca tenga los cojones suficientes para decirte que un día sin hablar contigo es un día perdido, aunque solo hablemos de gilipolleces que, como dice Vetusta Morla, hablemos de ruina y espina, hablemos de polvo y herida. De mi miedo a las alturas, lo que quieras pero hablemos, de todo menos del tiempo que se escurre entre los dedos. Y aunque a veces hablemos para no oírnos y bebamos para no vernos, porque hablando pasan los días que nos quedan para irnos. Yo al bucle de tu olvido, tú al redil de mis instintos.
Que en serio te digo, que estás precioso cuando te enfadas y cuando lloras, pero cuando ríes es que estás que flipas. Y que derrumbas mi mundo cuando te veo disfrutar con lo que más te gusta hacer, lo que más nos gusta hacer y, joder, qué bonito poder hacerlo contigo y que nadie más entienda de qué hablamos y por qué lo sentimos tanto. Que esta noche no soy yo la que se empeña en hablar de ti, es Vetusta, que todo lo canta hablando de ti, que tal vez lo que me hace grande no entienda de cómo ni por qué. Que tal vez lo que me hace grande sea tenerte delante otra vez.
¿Lo ves? Todas las canciones hablan de ti (y de mí).
Da igual el tiempo que pase, esta noche suenas fuerte, amor. Haces que me retumbe el pecho con cada respiración (con cada canción).
Maldita dulzura la de tenerte delante, amor. Maldita dulzura la tuya.