El 2016 se va y una vez más toca hacer recuento. De estos 366, los días buenos, fueron buenos de verdad, pero los malos han sido jodidos de cojones. Porque el año lo empezamos llorando y teniendo que ser fuertes para no abandonar ya en el primer asalto. Pasando enero nos metimos de lleno en febrero sin dejar nunca de emocionarnos, llorando como enanos por las sorpresas que nunca nos esperamos. Llegando a marzo, diría que el frío que pasamos valió la pena por dormir abrazados después de un concierto completamente mágico, en un lugar que un mes después dejaría de gustarnos para empezar a odiarlo. Y es que abril se nos atravesó, supongo que nunca pensamos que podría existir ese dolor, y desde entonces seguimos marcados. Todos y cada uno de los días que pasaron vinieron acompañados de pensamientos perdidos y sentimientos encontrados. Que aprendimos, eso está claro. Pero lo hicimos de la peor manera posible y pagando por ello un alto precio. A cinco de mayo y después de todo lo pasado, nos sinceramos. Soñamos como niños, lloramos como humanos. Ahí supimos que nunca más seríamos solo uno en este camino de curvas y obstáculos en el que nos tocaba seguir caminando. Y caminamos. Dejamos de flipar al llevarlos en los cascos para acabar abriendo con ellos un par de Estrellas después de sus conciertos. Es bonito descubrir que la magia también sucede a veces. Cumpliendo dos meses del día que no puede ser nombrado (Voldemort vamos a llamarlo), fuimos conscientes que desde entonces dejamos de vivir, para empezar a sobrevivir como podíamos, aún viéndote reflejado en todos los lados. Julio empezó con reencuentros esperados, regalos de cumpleaños atrasados y muchas risas que suprimían el tiempo que habíamos estado separados. Y con los pelos de punta, volvimos a gritar sus canciones mientras nos regalaban complicidad en cada gesto, dejándonos claro que la familia ya había aumentado teniéndonos al lado. Aunque en esta montaña rusa, no todo es subida, y cumpliendo el tercer mes sin escuchar tu respiración, iniciamos un viaje cargado de dolor. Brindando por ti, haciéndote sentir aquí. Intentando no perder el norte cada vez que sabíamos que ya no volverías a venir. Me rompieron un poco más la coraza que me envuelve. Y volvimos a subir. En esta subida de riesgo, empezamos un ascenso lleno de trabajo y esfuerzo, apoyados por los más grandes y siempre cargados de miedo. Pero una vez más nos demostramos a nosotros mismos que sí podemos conseguirlo. Ya en pleno agosto, volvimos a llorar tu ausencia en un día que siempre llevará tu nombre, y en que siempre estará tu presencia. Y mientras tanto esta noria, vuelve a girar. Seguimos de festival en festival, y ojalá muchos más (para poderte dedicar). En septiembre tocó volver a empezar el camino que ya había emprendido un año atrás, sin dejar de abrazar a los que hasta en una buena temporada no te volverían a acompañar. Siguiendo el ritmo de este año de sinceridad, el nueve de septiembre volvimos a llorar por si alguno de los dos ya no volvía a estar. Cumplimos los cinco meses en el punto negro de tu muerte y, joder, no veas todavía cómo escuece. Aunque días después volvimos a cumplir, pero esta vez muchos años que no dejaron de emocionarse al ver todo lo preparado. Con octubre al lado, volvieron los besos, las caricias y los abrazos, aunque pronto nos cortaron las alas y volvimos a caer en picado. Tras medio año de tu ausencia y a tres días de tu cumpleaños, tuve el valor para enfrentarme a mi pasado y recordarte a mi manera. Espero que allí donde quiera que estés, haya valido la pena. Ya en noviembre, a pesar de ser un día complicado, gritamos al sistema que no puede encarcelarnos en prisiones silenciosas como son las llamadas escuelas que hay ahora, y lloramos como enanos al volver una vez más a sincerarnos con nuestros compañeros y nuestro pasado. Acabando este mes, abrimos una nueva etapa con tantos miedos como ganas, y viceversa. Y a pesar de tener que acostumbrarme a enfrentarme día a día con tu ausencia, volví a creer que todo es posible y entendí que ahora sí, ahora sí que hacía lo que quería. Y la verdad es que ahora ya está a punto de acabarse el año. Este último mes ha sido tan mágico y me ha llenado tanto, que ya no tenía ni la necesidad de comunicarlo. Solo quería disfrutarlo al máximo. Y ahora que se ha acabado me siento vacía, y así seguiré estando. Les echaré de menos en cada día que vaya pasando.
2016, gracias por enseñarme tanto.
Y ahora a ver que nos deparas tú, 2017. Espero por lo menos que nos dejes respirar con tranquilidad, que prefiero un año más calmado a este "hoy es un día fantástico, el mañana lo quiero borrar de mi calendario". Y este año ya no voy a intentarlo, porque ya acabé el año pasando pidiendo que el nuevo se portara bien con los buenos y no con los hijos de puta, pero parece que hace lo que quiere, como siempre.
Feliz 2017, que la suerte esté siempre de tu lado y que la fuerza te acompañe.