x de septiembre de 2017
Dicen que el primer paso para superar algo es reconocerlo. Ponerlo a tu altura y mirarlo directamente a los ojos hasta pulverizarlo, así que hoy vengo a reconocerte.
Desde hace meses me acompañas, siempre pegada a mi espalda, dándome la mano, acariciándome cada día que pasa. No me dejas ni a sol ni a sombra. Eres silenciosa y te gusta susurrarme al oído versos suicidas que me quitan poco a poco la vida. Te has vuelto cada vez más pesada, a día de hoy ya a penas puedo cargarte. Me has hecho odiarme, odiarte, odiarlos. Has destruido días preciosos haciéndome caer a lo más profundo de este océano que nos rodea. No me has dejado dormir si no era contigo, no me has dejado salir si no te llevaba, no me has dejado seguir si no iba de tu mano, no me has dejado disfrutar si luego tú no venías. Te presenté a todos aquellos que me leen con versos tristes, a todos aquellos que me conocen con dibujos suicidas, a todos aquellos que me hablan con malas palabras. Por ti fui inestable, intermitente, intransitable, insegura. Dejé de valorar todo lo que me salía bien y solo podía ver lo que me salía mal. Y según tú, todo me sale mal. Perdí oportunidades, horas de sueño y hasta de risas por estar contigo a solas en una habitación oscura y sin salida. Me refugié en mis canciones, pero hasta a ellas me hiciste odiarlas. Me hiciste despreciar todo aquello que amaba, desgraciada. Me pasé días en cama, siempre sin soñar y sin abrir la persiana, ni siquiera quería respirar. Me hiciste creer que ya estaba bien, y entonces solo te recordaba como un chiste, pero entonces volvías con más fuerza y me empujabas de nuevo al precipicio. Eres tóxica, terriblemente tóxica. Siempre aparentando estar bien delante de los demás, y tú por detrás, siempre haciéndome caer más. Aprendí acerca de ti, sabía lo que pretendías, lo que querías, lo poco que me querías. Me robaste momentos preciosos de mi vida, haciendo siempre de las tuyas porque no quería compartirlos contigo. Por tu culpa salí huyendo de lugares en los que me querían de verdad. Y ahora te escribo porque llevo cuatro noches sin casi dormir, rezando, como si no fuera atea, para ver si me muero y dejo de llevarte en mi cabeza. Todo por tu puta culpa. A duras penas me dejas respirar. Solo te quiero olvidar. Que te jodan de una maldita vez, ansiedad.
P.D: No sé cómo, pero te voy a superar.