Y aquí me encuentro, metida en mi cama, tapada hasta las orejas, a oscuras y escuchando música mientras el reloj marca las 10:13 y, joder tío, te echo de menos (o no, no lo tengo claro). Lanzo largos suspiros mientras miro a la infinita oscuridad del techo y mentiría si dijera que no tengo las lágrimas en los ojos, y estoy intentando aguantarlas ("cada mañana bajo sábanas lloro pensando en ti"). Rápidas ráfagas de recuerdos recorren todos y cada uno de los recobecos de mi memoria ("en el único lugar que estás es en mi pensamiento, bien adentro, donde están los sentimientos, los lamentos, desde entonces mi corazón late lento [...] Y aunque me cueste aceptarlo sigues en mi pensamiento, intento olvidarte pero es que no sé si quiero"). La música no está lo suficientemente alta, todavía puedo escuchar (mis problemas, el eco de tu voz susurrándome y) esas voces gritando "mil eeeeeeuros", lo que me recuerda que es 22 de diciembre, casi navidad (con lo que me gustaba cuando era pequeña y ahora, mírame, me doy hasta pena). Se acaba la canción de 8 minutos y 24 segundos, corto de raíz mis pensamientos e intento anular mis sentimientos (por muy difícil que me resulte) y me decido a levantar la persiana que dejará escapar a toda esta oscuridad que me protege, y ¿sabes?, ahí afuera brilla el sol a pesar de que las calles estén completamente mojadas y pienso que, a lo mejor, el día de hoy no es tan malo.
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