Vaya, vuelven los viejos tiempos, sí, ya sabes, esos tiempos en los que a las tantas y escuchando una canción me entraban estas ganas de escribir(te). No sé, ya hacía mucho que no estabas por mi cabeza y ya tardabas en aparecer, destrozando todo a tu paso, claro, ¡para no perder las viejas costumbres! Que vienes y me desestabilizas con esa canción, esa puta canción, tío. Y aunque hoy me destrozas, tu huracán ya se está convirtiendo en tormenta tropical, y poco a poco va perdiendo intensidad, y aunque la lluvia golpea los cristales a las 03:11 con la puta canción de fondo, ya no es como en los viejos tiempos (¡parece que, al fin y al cabo, sí que cambian las viejas costumbres, querido!). Se acaba la canción y con ella te acabas tú, amor, ya no eres más que un pequeño susurro que se aleja de mí y, quién sabe, quizás vuelvas otra noche y me desgarres de nuevo, o quizás borre la canción y te esfumes para siempre (aunque ambos sabemos que me seguirá temblando la voz al pronunciar tu nombre, o no).
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