sábado, 13 de septiembre de 2014

Eres la luna que todo gato querría tener.

Y hoy podría estar escribiendo sobre ti, por ti o para ti. Podría estar escribiendo de cuando te empecé a querer, de lo mucho que te quise o de cuando dejé de hacerlo. Ahora mismo podría estar escribiendo de cuando empezó a doler o de cuando dejó de hacerlo. Esta noche podría escribir sobre lo mucho que dolía al principio, o de como seguía doliendo al final, pero no, esta noche no. Esta noche le escribo a una solitaria de la noche, a alguien que tiene una cara oculta (pa’ que no le hagan daño). Hoy escribo de alguien de belleza incomparable porque, como diría Marea:
“Ten cuidao’ con la luna” –dicen las estrellas- 
más guapa que ninguna, me quedo con ella otra vez.
Y es que esta noche soy como ese gato que maúlla a la luna en busca de respuestas, hoy soy como ese lobo triste que busca consuelo aullándole a la luna. En este momento soy como ese astronauta que soñó con pisar un día sus rocas lunares, y me doy cuenta de que eso me recuerda a mí cuando soñaba encima de tus lunares acariciándolos con las puntas de mis dedos. Tal vez tú no seas tan distinto de esa luna, y tal vez yo tenga muchas semejanzas con ese gato que sigue maullándole cada noche a esa luna, que nunca le ofrece respuestas.

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