martes, 10 de julio de 2012

Me prometiste que me abrazarías (siempre).

Era un día normal. Tú llegaste tarde a clase, como siempre, y te sentaste enfrente de mi, en tu sitio. Fue una primera hora silenciosa. Yo tenía sueño y tú, bueno tú, tú estabas en tu mundo. Pero el tiempo pasa rápido y el timbre sonó. Gente por los pasillos en dirección al patio. Pero el timbre no dá tregua y volvió a sonar esta vez, para volver a clase. Llegué a clase y me senté. Llegaste a clase y te sentaste a mi lado. Me sonreíste y con esa sonrisa dijiste:
-Tonta.
Yo sonreí y contesté con un:
+Tonto.
Me miraste, seguías sonriendo. Yo te miré y sonreí mientras pronunciaba:
+¿Qué te pasa?
Pero estabas callado y sonriendo, con tu infinita sonrisa, cuando me contestaste con un:
-Necesitas un abrazo, lo sé. Eso de ser fuerte para los demás, pasa factura.
Los ojos me brillaban y tú me abrazaste, mientras las lágrimas seguían su camino por mis mejillas.

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