Empezamos en una triste monotonía,
que nos marchita.
Una y otra vez la misma rutina.
Nunca dejo de estar perdida.
Tremendamente jodida,
empieza esta sinfonía,
llena de acordes menores
y cadencias malheridas.
Casi tanto como el día,
lleno de tormentas
y poesía.
Parece mentira,
todavía encajamos
en mis rimas,
y en mis lágrimas,
que nunca había llorado tanto
tocando la guitarra,
como aquel atardecer
de verano
en el que me acompañabas
tocando el piano.
Y ahora, por el contrario,
me encuentro susurrando
una triste melodía
que siente envidia
de los poemas que te escribía
en todas esas noches frías.
Donde la única monotonía
que había
era al decirte
que te quería.
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