Una vez más,
toca hacer balance
de lo que nos ha pasado
en este 2014 que ha volado.
Empezaremos con lo típico:
que no ha sido del todo malo,
pero que siempre puede ser mejorado.
Pero siendo sinceros,
yo os diría que no recuerdo
qué pasó en enero,
aunque en febrero
me armé de valor
para hacerme más viejo,
y llegar a marzo
con 17 años.
De abril tengo claro
que si algo destaco,
es ese día señalado.
Metida en mayo
sólo hablaría de cansancio,
y ya en junio,
lo mismo redacto
al pensar en los finales
de primero de bachillerato.
Por fin el aclamado verano,
por fin hay descanso.
De un julio tranquilo
a un agosto en Bilbao,
que acabó con nosotros
para el resto del año.
Aunque al llegar septiembre
empieza el calvario,
otra vez empezamos,
hay que decirlo con cuidado:
segundo de bachillerato.
Ya en octubre te empiezan a estresar:
que si selectividad por aquí,
que si selectividad por allá,
así que en noviembre ya ni te cuento,
que dan ganas de coger una cuerda,
y atársela al cuello,
pero como somos fuertes
y aguantamos,
hasta diciembre llegamos,
donde nos dan las vacaciones,
pero nos mandan más trabajo.
Y llegando ya el fin del año,
yo sólo espero
que el 2015 venga cargado
de justicia que, hoy en día,
es lo que más necesitamos.
También pido
que no me falten los míos,
que a día de hoy,
es lo único que necesito.
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